"ES MUY DIFÍCIL HACER COMPATIBLES LA POLÍTICA Y LA MORAL"
(Francis Bacon)
Esta máxima de Bacon no puede ser extensible a todos los políticos, porque, de ser así, muchos abandonaríamos la dedicación y trabajo que, ilusionadamente, entregamos con la única finalidad de conseguir una vida más digna y una ciudad más habitable para la ciudadanía. Sin embargo hay algunos a los que no sólo les resulta difícil compatibilizar ambos conceptos -política y moralidad-, sino que les es absolutamente imposible, pues su concepción de la política es arrasar todo lo que se ponga por delante y obtener el máximo beneficio personal; lo demás, ¿servir a la ciudadanía?, ni se les pasa por la cabeza.
Escuchando anoche la noticia de la condena al alcalde de Vila-real -año y medio de cárcel por prevaricación, y ocho años de inhabilitación- recordé las múltiples quejas y denuncias realizadas este verano por los vecinos de las cercanías de la Plaza de toros, ya que les resultaba imposible descansar, ni de noche ni de día, debido a los constantes e insoportablesnruidos que la empresa encargada de remodelar (destrozar sería el verbo adecuado) la Plaza producía a todas horas, día y noche. Se avisaba a la policía local, ni caso; las órdenes recibidas eran obviar estas 'bobadas' de la gente 'quejica'. Se denunciaba a través del programa "A quien corresponda", de la emisora local, ni caso. La orden es que había que habilitar la Plaza para las corridas de feria, se molestara a quien fuere; y así la máxima autoridad institucional desoyó a los ciudadanos y apoyó a Llanera, la empresa de construcción que goza de todos los favoritismos institucionales del PP, no sabemos por qué. Es decir, el señor Alcalde, por acción y omisión, favoreció al agente urbanizador y castigó a buena parte de la población.
Pues bien, resulta que Manuel Vilanova, alcalde de Vila-real, ha sido condenado por el Tribunal Supremo -rectificando una sentencia absolutoria de la Audiencia Provincial de Castelló- por vulnarar a sabiendas la legalidad al ignorar sistematicamente las denuncias de los vecinos contra una industria que emitía ruidos "por encima de los soportables": "reiterada conducta de pasividad y desprecio hacia los intereses de los ciudadanos haciendo oídos sordos a la situación que sufrían"(sic) ...autorizó "la producción de ruidos palmaria e incluso clamorosa a sabiendas de la ilegalidad en que se encontraba".
Naturalmente, ayer mismo, salieron en defensa del alcalde Víctor Campos -el de 'para la visita del Papa lo que haga falta'- y Carlos Fabra, que tilda la sentencia de política y echa la culpa al PSOE, como no podía ser menos. Sin embargo, como este sujeto es tan sofisticado en temas de ingeniería jurídica, yo, si fuera el alcalde de Xàtiva, pondría mis barbas a remojar, porque el mismo Fabra vaticina a todos los alcaldes que "se preparen porque por temas de ruido y olores podrán ser inhabilitados".
Ojalá hubiera aquí un Martín Pallín que pusiera orden en este maremagnum de desvergüenzas.
(Francis Bacon)
Esta máxima de Bacon no puede ser extensible a todos los políticos, porque, de ser así, muchos abandonaríamos la dedicación y trabajo que, ilusionadamente, entregamos con la única finalidad de conseguir una vida más digna y una ciudad más habitable para la ciudadanía. Sin embargo hay algunos a los que no sólo les resulta difícil compatibilizar ambos conceptos -política y moralidad-, sino que les es absolutamente imposible, pues su concepción de la política es arrasar todo lo que se ponga por delante y obtener el máximo beneficio personal; lo demás, ¿servir a la ciudadanía?, ni se les pasa por la cabeza.
Escuchando anoche la noticia de la condena al alcalde de Vila-real -año y medio de cárcel por prevaricación, y ocho años de inhabilitación- recordé las múltiples quejas y denuncias realizadas este verano por los vecinos de las cercanías de la Plaza de toros, ya que les resultaba imposible descansar, ni de noche ni de día, debido a los constantes e insoportablesnruidos que la empresa encargada de remodelar (destrozar sería el verbo adecuado) la Plaza producía a todas horas, día y noche. Se avisaba a la policía local, ni caso; las órdenes recibidas eran obviar estas 'bobadas' de la gente 'quejica'. Se denunciaba a través del programa "A quien corresponda", de la emisora local, ni caso. La orden es que había que habilitar la Plaza para las corridas de feria, se molestara a quien fuere; y así la máxima autoridad institucional desoyó a los ciudadanos y apoyó a Llanera, la empresa de construcción que goza de todos los favoritismos institucionales del PP, no sabemos por qué. Es decir, el señor Alcalde, por acción y omisión, favoreció al agente urbanizador y castigó a buena parte de la población.
Pues bien, resulta que Manuel Vilanova, alcalde de Vila-real, ha sido condenado por el Tribunal Supremo -rectificando una sentencia absolutoria de la Audiencia Provincial de Castelló- por vulnarar a sabiendas la legalidad al ignorar sistematicamente las denuncias de los vecinos contra una industria que emitía ruidos "por encima de los soportables": "reiterada conducta de pasividad y desprecio hacia los intereses de los ciudadanos haciendo oídos sordos a la situación que sufrían"(sic) ...autorizó "la producción de ruidos palmaria e incluso clamorosa a sabiendas de la ilegalidad en que se encontraba".
Naturalmente, ayer mismo, salieron en defensa del alcalde Víctor Campos -el de 'para la visita del Papa lo que haga falta'- y Carlos Fabra, que tilda la sentencia de política y echa la culpa al PSOE, como no podía ser menos. Sin embargo, como este sujeto es tan sofisticado en temas de ingeniería jurídica, yo, si fuera el alcalde de Xàtiva, pondría mis barbas a remojar, porque el mismo Fabra vaticina a todos los alcaldes que "se preparen porque por temas de ruido y olores podrán ser inhabilitados".
Ojalá hubiera aquí un Martín Pallín que pusiera orden en este maremagnum de desvergüenzas.